Álvaro Arbeloa es uno de esos nombres que sigue resonando con fuerza en el entorno del merengue desde dentro. Tras dejar una carrera llena de éxitos como futbolista, ha sabido reconducir su camino hacia los banquillos y hoy continúa vinculado al club desde la base. Actual técnico del Juvenil A, tiene aún por delante un último reto con sus pupilos, aunque apunta a subir un escalón.
Nacido en Salamanca el 17 de enero de 1983, Arbeloa tiene hoy 42 años. Se ha reinventado desde que colgó las botas en 2017, dejando atrás su etapa como jugador para enfocarse en la formación de talentos. Alejado del ruido mediático, ha construido un perfil sereno y profesional, fiel al estilo que siempre mostró tanto dentro como fuera del campo.
Con una trayectoria marcada por la solidez defensiva, Arbeloa fue parte del histórico ciclo dorado de la selección española y del Real Madrid.
Su familia, su refugio
Carlota Ruiz es su compañera de vida desde hace décadas. Ella es licenciada en Logopedia y Magisterio, y aunque siempre ha optado por mantenerse al margen de los focos, ha sido un pilar fundamental en la vida de Arbeloa. En 2009 se casaron, y desde entonces forman una familia estable, con cuatro hijos: Alba, Raúl, Vega e Inés.
A diferencia de otros exfutbolistas, Arbeloa nunca ha buscado destacar por su estilo de vida o su exposición mediática. Sus redes sociales muestran una faceta cercana y familiar y entre partidos, entrenamientos y momentos con sus hijos, su vida refleja estabilidad y compromiso. Eso también se nota en su forma de dirigir: exigente, pero cercana, con una visión clara del fútbol que aprendió durante años al más alto nivel.
Durante su etapa como jugador del Real Madrid, su salario rondaba los 2,8 millones de euros netos por temporada. Hoy, como entrenador en la cantera, sus ingresos son mucho más bajos, pero su ambición y sentido de pertenencia pesan más que cualquier contrato.
Listo para el siguiente paso
Con una vida estable, una familia consolidada y un futuro aún ligado al Real Madrid, Álvaro Arbeloa sigue dejando huella. Ya no como lateral, sino como formador, como guía. Y como siempre, siendo fiel a sí mismo.