Sergio Ramos no se olvida del Real Madrid. Aunque ahora vive su aventura en México, el camero sigue teniendo el corazón blanco. Desde Monterrey, donde milita en los Rayados, el excapitán del conjunto merengue habló con El Chiringuito sobre el Clásico del domingo… y dejó claro de qué lado estará.
“Ya sabes que soy blanco a muerte y espero que el Madrid gane”, soltó con una sonrisa cuando Juanfe Sanz le preguntó por el partidazo entre el Real Madrid y el Barcelona. Pero la frase no quedó ahí. Ramos, que mantiene una relación cercana con Kylian Mbappé, lanzó también un mensaje directo para su amigo. “Espero que mi brother ‘Kiki’ haga una buena actuación. Ya lo motivaré en los próximos días”, añadió entre risas.
“Aquí estamos muy cómodos”
A sus 39 años, el de Camas sigue en plena forma y con ganas de seguir compitiendo. Llegó a Rayados a comienzos de año, después de poner fin a su segunda etapa en el Sevilla, y todo apunta a que su historia en México aún no ha terminado.
“Ojalá sigamos aquí, porque la verdad es que estamos muy a gusto y muy cómodos”, confesó Ramos, dejando la puerta abierta a renovar más allá de diciembre, cuando finaliza su contrato.
El camero se ha adaptado bien a la liga mexicana. Disfruta del fútbol, del ambiente y de una afición que le ha recibido con los brazos abiertos. Pero si hay algo que no cambia, es su vínculo con el Real Madrid.
“Los tres puntos deben quedarse en casa”
Preguntado por Mbappé, Ramos no dudó en elogiar al francés, al que considera uno de los mejores del mundo. “Hablo mucho con él y está rindiendo a un nivel top. Espero que haga un gran partido en el Clásico y que los tres puntos se queden en casa”, dijo con tono firme.
El excapitán blanco, campeón de absolutamente todo durante sus 16 temporadas en Chamartín, sigue siendo una voz autorizada en el madridismo. Su deseo es claro: ver al Madrid imponerse en el Bernabéu ante el eterno rival.
Con Ramos animando desde Monterrey y Mbappé en el césped, el Clásico ya tiene un ingrediente más. Porque si algo ha dejado claro el de Camas es que, aunque esté a miles de kilómetros, su corazón sigue latiendo en blanco.