Eduardo Camavinga vuelve a estar en el escaparate. El centrocampista del Real Madrid, con solo 22 años, tiene detrás a medio continente. El último en mover ficha es el Chelsea, que estaría dispuesto a poner 60 millones de euros sobre la mesa para llevárselo a Stamford Bridge.
El interés no sorprende. El francés es un jugador que encaja en cualquier equipo grande: joven, con experiencia y con margen de crecimiento. Desde que aterrizó en Madrid en 2021, acumula ya cerca de 180 partidos y ha demostrado que puede rendir tanto en el medio como en el lateral izquierdo. Esa polivalencia gusta y mucho en la Premier.
El Chelsea necesita músculo en la medular
El club londinense lleva años gastando en su centro del campo. Enzo Fernández y Caicedo forman la pareja titular de Enzo Maresca. También están Lavia y Santos, dos jóvenes a los que ven como proyecto de futuro. El problema es que las lesiones han frenado a ambos.

Lavia apenas ha tenido continuidad y Essugo, otra de las promesas, estará fuera hasta diciembre por una lesión muscular. Por eso Maresca insiste en fichar a un centrocampista con recorrido inmediato. Y Camavinga es el nombre que más convence en las oficinas del Chelsea.
¿Qué hará el Madrid?
Ahí está la gran incógnita. El Real Madrid no tiene previsto regalar a uno de sus talentos más prometedores. Pero la competencia interna es feroz. Valverde atraviesa un gran momento, Tchouaméni se ha consolidado y Bellingham es indiscutible. Incluso Arda Güler empieza a ser fundamental para Xabi Alonso.

Con ese panorama, el francés ha perdido minutos y eso abre un debate. ¿Renovarle como apuesta de futuro o escuchar ofertas millonarias? De momento, el club no se ha pronunciado.
Lo que está claro es que Camavinga sigue siendo muy valorado. Su juventud, su intensidad y esa capacidad de adaptarse a varios roles lo convierten en un futbolista único. El Chelsea lo sabe y está dispuesto a hacer un esfuerzo económico enorme.
El balón está en el tejado del Real Madrid. Camavinga tiene contrato, pero la Premier ya aprieta fuerte. Y cuando un club inglés saca la chequera, nada se puede dar por cerrado.