El FC Barcelona sigue enredado con la Superliga. Joan Laporta quiere desvincular al club de la competición, pero no puede hacerlo de forma oficial. La razón: una sanción millonaria que ascendería a unos 300 millones de euros.
Aunque Laporta trate de mostrar buena cara con LaLiga y la UEFA, la realidad es que el Barça no puede abandonar A22 Sports Management sin un coste económico brutal. Esta es la principal traba para hacer público su adiós al proyecto.
Laporta juega a dos bandas
El presidente azulgrana busca mantener relaciones con todos. Por un lado, intenta acercarse a Javier Tebas y alinear al club con LaLiga. Por otro, se acerca a Aleksander Ceferin y a la UEFA para evitar problemas por casos como el Negreira.
Oficialmente, el Barcelona sigue dentro de la Superliga. Pero en la práctica, Laporta ha dejado claro que su intención es dejar morir el proyecto. No puede anunciar su salida por la multa multimillonaria que conllevaría.

La diferencia con otros clubes como los ingleses o el Atlético de Madrid es clara: ellos apenas estuvieron en la Superliga y no afrontan sanciones similares. El Barça, en cambio, lleva tiempo comprometido y eso le pasa factura económica.
En los despachos del club azulgrana saben que la Superliga está tocada. La mayoría de los grandes equipos europeos ya han abandonado o rechazado el proyecto: ingleses, alemanes, italianos y franceses se han apartado.
El Real Madrid se queda como el único impulsor real de la nueva competición. Sin apoyo continental, ponerla en marcha se complica cada vez más. Laporta prefiere esperar y dejar que la iniciativa quede en stand-by, evitando así activar la sanción de 300 millones.
Intereses propios por encima de todo
La estrategia de Laporta evidencia que siempre antepone los intereses del Barça a cualquier otra consideración. Se presenta como mediador entre LaLiga, UEFA y A22, pero su principal preocupación sigue siendo evitar un golpe económico que dañaría aún más las finanzas del club.

Mientras tanto, Florentino Pérez y el Real Madrid continúan defendiendo el proyecto, convencidos de que la Superliga representa un modelo de fútbol más justo.
Por ahora, el ridículo de Laporta es claro: quiere salirse del proyecto, pero no puede. Y eso lo mantiene en una posición incómoda frente a todos los actores del fútbol europeo.
El Barça mira hacia otro lado, mientras los 300 millones de sanción siguen colgando sobre su futuro en la Superliga.