En una entrevista concedida para JotDown, Ancelotti nos cuenta que le gustaba mucho el fútbol y que en un pueblo pequeño como Reggiolo no había muchos entrenamientos, que el juego estaba dirigido por los curas y por la iglesia, lo que era el punto de encuentro para todos después del colegio.
Ahí no había horarios, pero que llegó un momento en donde tuvo que dejar el pueblo, su casa y su familia y marcharse para ser futbolista.
Muy duro pero muy gratificante
Ancelotti explica que fue muy duro para él, ya que no quería abandonar a su familia toda la semana. Por ello, cada sábado volvía a casa y aún recuerda el sufrimiento de los lunes. Cuando tenía que volver a los salesianos reconoce que a pesar de la dureza le enseñaron cosas muy importantes como el respeto, los horarios y la disciplina.
En su época en el Parma, recuerda estar dos años en Los Juveniles y luego pasar a jugar con su primer equipo en tercera división, se quedó dos años más en tercera división, hasta que en 1979 pasó a la Roma y empezó a jugar de forma más seria.