Eduardo Camavinga es uno de los diamantes en bruto que tiene el Real Madrid en el centro del campo. Aunque el futbolista, ya se ha visto, es polifacético y cumple en todas las posiciones, hasta de defensa.
El galo, que se lesionó justo al inicio oficial de la campaña tras un infortunio en un entrenamiento con Aurelién Tchouameni, ya está de vuelta y ha tenido el suficiente fogueo para probarse. Su papel a largo plazo en el Madrid puede ser crucial.
El fútbol lo combina Camavinga con la moda, otra de sus pasiones. Porque si hace dos años se convirtió en el primer futbolista que desfiló con Balenciaga, la nueva colección de Bottega Veneta, la enseña italiana que, en manos del diseñador Matthieu Blazy, está redefiniendo el lujo en la era post ‘streetwear’ (ropa de calle).
El ‘6’ merengue ha tenido una entrevista reciente con ‘El País’ y ha dejado claro que lo importante siempre pasa por el grupo: “No me importa que la gente hable de si soy o no soy la solución, lo que importa es que el equipo está ganando”.
“Con la lesión del año pasado, que era mi primera lesión larga, estuve más enfadado y triste durante mucho tiempo. Con esta segunda también me enfadé, pero enseguida pensé que tenía que sacar la sonrisa y hacer mi trabajo. Tienes que pensar positivo”, ha comentado el francés sobre las lesiones.
También ha analizado el ex del Rennes el problema que presenta el fútbol moderno, con la acumulación de partidos: “Antes estaba loco por el fútbol, lo veía todo, pero ahora tenemos muchos partidos: jugamos, dormimos y volvemos a jugar, y es importante desconectar”.
Sus orígenes
Camavinga también habla de sus cosas más íntimas y reconoce mandar ropa a Angola, su país de nacimiento, para familiares y amigos. De su patria tuvo que huir y acabó en un campo de refugiados en la República Democrática del Congo. No ha vuelto desde entonces.
La familia del joven futbolista se instaló en Francia cuando éste tenía apenas dos años, pero él no olvida sus orígenes y, en la entrevista que mantiene con el diario de Prisa, así lo subraya.
“Iré cuando esté listo un proyecto que voy a hacer en Angola, porque no quiero llegar con las manos vacías”, señala Camavinga, que es colaborador de Acnur, la agencia de la ONU para los refugiados.